OBSERVATORIO DE LIDERAZGO POLÍTICO DE AMÉRICA LATINA

A 50 años del Golpe Militar en Chile

Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino Superaran otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las nuevas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor ¡Viva Chile, Viva el Pueblo! ¡Vivan los Trabajadores!

Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973

Se cumplen 50 años del golpe de estado en Chile. Ese día fue bombardeada la sede de gobierno, y el presidente constitucional Salvador Allende se suicidó entre los escombros en el que se encontraba el Palacio de La Moneda. Uno de los principales líderes de la asonada, Augusto Pinochet, sumado casi al final del proceso golpista, se autodesignó presidente de facto. La dictadura militar chilena se extendió por espacio de 17 años, en los cuales impuso una nueva constitución, vigente a la fecha, y un modelo económico neoliberal que aún, con ajustes durante la democracia, se mantiene efectivo.

A continuación, analizaremos el golpe de estado en su contexto internacional y regional, y marcar los principales hitos a nivel económico, político y social de la dictadura pinochetista. Asimismo, daremos cuenta del tipo de liderazgo ejercido por Pinochet en el marco del gobierno de facto, elemento que distingue la experiencia chilena de las de sus pares sudamericanos.

Contexto internacional

El año 1973 marca un hito en la profundización de la crisis económica del sistema capitalista en los países desarrollados, conocida como la “crisis del petróleo”. Esta crisis se combinó con el proceso de “estanflación” (estancamiento con inflación) en ciernes, obligando a los Estados centrales a enfrentar la simultaneidad de estos fenómenos adversos para las economías. Es decir, el 73 es un año clave para la historia del capitalismo en los países desarrollados, y la coexistencia de estos dos momentos combinados dio lugar a un alza inflacionaria por encima de los marcos históricos del periodo iniciado en la segunda posguerra.

Los años posteriores se caracterizaron por el resurgimiento de las ideas económicas liberales, abandonadas en la crisis anterior de 1930, actualizadas a los tiempos y procesos de mediados de los años setenta con bajo la denominación de neoliberalismo. Estas ideas no tenían nada de novedoso, ya que su recetario descansaba en sus máximas de origen, y se aplicaban a un contexto diferente. La desregulación económica, la apertura comercial, las privatizaciones de empresas públicas y la flexibilidad laboral constituían las principales propuestas para reactivar la economía. Este menú económico resultó ser el plato principal que consumieron las dirigencias del primer mundo a principios de los 80 para atravesar el momento crítico, y abonando en el plano discursivo antiestatismo, que se convertiría en hegemónico una década más tarde. Finalmente, estas ideas lograron materializarse electoralmente con los triunfos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y de Ronald Reagan en Estados Unidos. Pero fue en Chile, y de la mano de la Escuela de Chicago, donde el decálogo neoliberal comenzó a implementarse unos años antes de lo que lo harían sus las potencias occidentales.

Contexto regional

En Latinoamérica durante las décadas del cincuenta y sesenta se sucedieron golpes de estado de distinta intensidad, siendo Uruguay y Chile las grandes excepciones hasta ese 1973. La Argentina recién había recuperado su democracia luego de un ciclo histórico que incluyó desde 1930 cinco golpes de Estado. Brasil era gobernada por lo que a la postre sería la dictadura más extensa del último cuarto del siglo XX. El resto de los países sudamericanos (y en mayor medida los centroamericanos) habían visto desfilar a las Fuerzas Armadas por las calles, completando un cuadro pretoriano que se legitimaba en la Doctrina de Seguridad Nacional promocionada por los EE.UU. en el marco de la guerra fría que cubría el globo.

A partir del triunfo de Salvador Allende en 1970, y su propuesta de “vía democrática al socialismo”, los militares chilenos, que hasta ese momento había practicado una profesionalización fuera de lo común dentro del continente americano, se apropiaron de la facultad para clausurar un ciclo político inédito para la política de ese país. La preocupación geopolítica de los EE.UU. tras el triunfo revolucionario cubano en 1959, disminuyó en la región los márgenes de maniobra política, principalmente en aquellos países y dirigentes con una agenda social basada en la promoción de la igualdad y la incorporación de derechos y garantías.

El golpe

La interrupción del régimen democrático en Chile estuvo planificada desde antes de que asuma Salvador Allende el 3 de noviembre de 1970. El atentado llevado adelante por la ultraderecha chilena que acabó con la muerte del comandante en jefe del ejército René Schneider se inscribe en esta estrategia de evitar la experiencia democrática socialista. A pesar de que la acción terrorista no consiguió generar la desestabilización deseada e impedir la designación por parte del congreso del flamante presidente, el hecho marcó a sangre y fuego el devenir de los tiempos de la nueva administración.

Desde sus inicios, el gobierno de Allende lidió con la resistencia de sectores nucleados en torno a la derecha ideológica chilena que no cesaron en el proceso de deslegitimación del nuevo proceso político. La continuidad y profundización de la reforma agraria iniciada en el gobierno anterior, las nacionalizaciones (sobre todo la del cobre) y estatizaciones, las políticas a favor de mejorar la redistribución del ingreso, y la visita de Fidel Castro al país incrementaron los niveles de violencia opositora y la radicalización política del gobierno de la Unidad Popular.

Durante el año 1973 se sucedieron acontecimientos de alta intensidad y velocidad. A las elecciones de marzo en las que el gobierno alcanzó el 44% de los sufragios, se sucedieron un conjunto de fenómenos que resultan clave para comprender el futuro: atentados sobre las figuras centrales de la UP y de personas cercanas a Allende, acción militar conocida como el “Tanquetazo” en junio como anticipo del golpe, la violencia del MIR como respuesta a la radicalidad opositora, desabastecimiento de los productos de primera necesidad por parte de los sectores del poder económico, y nuevas expropiaciones por parte del gobierno marcaron el deterioro del proceso político y de la democracia chilena en su conjunto. El relevo, a tres semanas del golpe, del General Carlos Prats del ministerio de Defensa y de la Comandancia de la Jefatura del Ejército junto a la elección de Augusto Pinochet en su lugar1 fue la última estación previa al dramático desenlace.

El día 11 de septiembre fue el día elegido para iniciar la acción armada, y las tres fuerzas militares del país (Ejército, Marina y Aeronáutica) más los Carabineros iniciaron desde la madrugada y por espacio de 5 horas un golpe militar clásico, que incluyó el bombardeo sobre el Palacio Presidencial. Una vez iniciada la intentona, le acercaron al presidente constitucional la “oferta” de viajar a Cuba con su familia que fue rechazada por el primer mandatario que prometió luchar por la democracia “hasta el final”2. Tras el posterior suicidio de Salvador Allende ante la evidencia de la derrota, los generales continuaron la represión que incluyó a funcionarios políticos del gobierno y simpatizantes (activos y pasivos) de la Unión Popular, del MIR y de todos aquellos que resistieron la intentona golpista, convirtiendo al Estadio Nacional de Chile en un centro de detención a cielo abierto.

La dictadura

A partir de septiembre de 1973 la tarea del régimen militar fue desmontar las principales iniciativas del gobierno de Allende. En ese sentido, la política del pinochetismo tuvo como principal horizonte estratégico la reforma del Estado. El menú de opciones giró en torno a una ambiciosa política de privatizaciones (a excepción de la Gran minería del cobre que continuó en manos estatales) que abarcó toda una gama central de actividades como eran el petróleo, la minería, las jubilaciones, los seguros, los servicios públicos en su totalidad y la aeronavegación, entre los más importantes. Esto se tradujo en un significativo proceso de desnacionalización e incrementó la rentabilidad de los agentes privados internacionales y nacionales a partir de la marcha atrás en la reforma agraria iniciada en los sesenta. Por otra parte, la desregulación estatal de los precios del mercado y de las actividades económicas en general (que operó asimismo sobre el mercado del trabajo y los salarios) dio lugar a un proceso de una fenomenal acumulación del capital en detrimento del trabajo que tuvo como consecuencia una ampliación de la brecha entre los ingresos de los más ricos y los más pobres. Un índice Gini en aumento fue la marca registrada (y lo continúa siendo) de la desigualdad existente en la sociedad chilena, uno los legados de la dictadura que aún en democracia no fue mejorado a pesar del crecimiento económico de las primeras dos décadas.

La apertura comercial fue otro de los objetivos del gobierno de facto, y en ese sentido la diversificación exportadora operó como un elemento adicional para iniciar un proceso de crecimiento económico que fue complementado con el ingreso de inversiones extranjeras atraídas por las facilidades impositivas y de rentabilidad otorgadas por el gobierno de facto. La fórmula, a decir del estudioso Manuel Garretón, “autoritaria neoliberal” se presentó como una superación a las del capitalismo tradicional y a la de orientación socialista.

En el campo político la dictadura dejó una huella que se extiende a la fecha: la Constitución de 1980. Aprobada en un plebiscito sin registros electorales el 11 de septiembre, es decir siete años después del golpe, marcó a sangre y fuego toda la transición democrática, y a los gobiernos que la sucedieron. La Constitución aprobada le otorgó ochos años de mandato al “presidente”3 Pinochet, y promulgó un conjunto de enclaves autoritarios y de decisiones en el ámbito electoral que fueron decisivas para el devenir democrático del país a partir de 1990. Entre ellos podemos indicar el de un sistema electoral binominal (incentivando un juego de coalición y asegurándole a la derecha una representación segura), importantes límites a las reformas legislativas (4/7 para poder realizarlas), la inclusión de senadores vitalicios (sobre todo militares, uno de ellos será por bastante tiempo el propio Pinochet), una preeminencia nítida del Poder Ejecutivo sobre el Legislativo (elige los gobernadores y la evidencia empírica marca que entre 80% y 90% de los proyectos aprobados se originan en la presidencia), la existencia de un sistema de mayoría absoluta para elegir al primera mandatario y el papel del Tribunal Constitucional como órgano de última instancia sobre las leyes).

Los resultados económicos, a pesar de que a la “experiencia chilena” se los popularizó por ser un “modelo exitoso”, estuvieron muy lejos de ser promisorios. El PBI entre 1973 y 1989 creció a un 3% anual (el mismo nivel que la década anterior en un contexto de retracción mundial), teniendo en ese periodo dos grandes crisis como las de 1975 y sobre todo la de 1982 en donde el PBI se contrajo en un 14%. El salario retrocedió 21% en la primera década de gobierno, y el poder adquisitivo en un 11,6%. La desocupación pasó de un 5,7 en 1973 a un 19,5 en 1982. El gasto social per cápita, en línea con las medidas descriptas más arriba, se redujo en un 22,6% durante toda la dictadura, el consumo general bajó en 8% (medido en quintales, el consumo por hogar del 40% más pobre pasó del 419 de 1969 a 316, mientras que en el mismo lapso, el 20% más rico lo hizo del 362 a 1112) y la pobreza ascendió desde el 17% de 1969 al 47% de 1985. La deuda externa pasó de 4864 millones de dólares en 1975 a 15542 millones en 19814. A pesar de que a partir de 1986 la economía chilena volvió a la senda del crecimiento, y le permitió a Pinochet resultar competitivo en el plebiscito realizado dos años más tarde, los datos son elocuentes y revelan que la dictadura militar resulto un “milagro” por su permanencia.

El aspecto más oscuro y trágico del golpe de estado fue la represión. La comisión de la Verdad y Reconciliación, conocida como Comisión Retting, por el apellido del presidente de la misma, totaliza casi 3000 víctimas por violaciones a los derechos humanos y por la violencia política. Esos datos siempre resultan un piso que explica el terrorismo estatal. La mayor parte (más de la mitad) ocurrieron en 1973, el año del golpe, y luego fueron decreciendo para volver a tomar fuerza a partir de 1983, cuando la crisis económica-financiera del año anterior golpeó de lleno en la sociedad chilena y alimentó un ciclo de protestas contra la dictadura militar.

El 5 de octubre de 1988 se realizó el plebiscito prescripto por la constitución de la dictadura, y la concertación de Partidos por la democracia (la Democracia Cristiana, el Radical, el Partido de la Democracia y el Socialista) venció por el 59% de los votos5, iniciando, de ese modo, el proceso de democratización chileno. Este se materializará, finalmente, con la victoria del democristiano Patricio Aylwin sobre el exministro de economía de Pinochet, Hernán Büchi en las presidenciales del 14 de diciembre de 1989, marcando el final de una de las dictaduras más sangrientas que asoló nuestro continente, pero que dejó una huella indeleble que perdura aún en la sociedad trasandina.


1- Como muestra de “lealtad” al primer mandatario, el 10 de septiembre de 1973 (un día antes del golpe) el designado Pinochet “se cuadró y le dijo “presidente Allende, el Ejército de Chile estará con la Constitución y las leyes hasta las últimas consecuencias”, en Espejo Patricia “Allende inédito, Memorias desde la secretaría privada de la moneda”, Editorial Aguilar, Santiago de Chile, 2020.

2- Las interferencias de ese día muestran a un Pinochet desaforado exclamando “Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país…pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando” en Verdugo Patricia “Interferencia secreta 11 de septiembre de 1973”, Editorial Sudamericana, Chile, 1998.

3- De acuerdo al texto de Valenzuela y Constable “el 17 de junio de 1974, Pinochet había persuadido a los tres miembros de la junta para que firmasen el decreto ley 527, que lo convertía en jefe del Ejecutivo, aduciendo que la resolución aumentaría la “eficiencia” y la coherencia del gobierno. El decreto le otorgó el título de jefe supremo de la nación”, A partir de la reforma de la Constitución se convertirá formalmente en presidente del país.

4- Datos obtenidos en base a Restivo Néstor “Chile. La crisis de 1973 y los ciclos económicos”, Institutos de Estudio y Formación de la CTA, Buenos Aires, 2003.

5- Se recomienda la Película “NO” para comprender el contexto de ese momento histórico transcendente para la historia de Chile.