Por Juan Cruz Acebey
El 18 de mayo tuvieron lugar las elecciones locales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Se trata de las primeras elecciones de 2025 en las que un oficialismo local sufre una derrota. Asimismo, son las elecciones con más baja participación desde el retorno a la democracia en 1983.
Las elecciones de CABA marcaron el declive de la fuerza política que durante más de una década fue la que nucleó al antiperonismo. Propuesta Republicana (PRO) tuvo su peor resultado en una elección local en el distrito donde nació como partido en el año 2003. La lista “Buenos Aires Primero” obtuvo el 15,9% de los votos, siendo que nunca había obtenido menos del 40% en ninguna de las elecciones anteriores (la única excepción fue la elección de 2009).
¿Cómo se explica este declive tan abrupto de un partido que tuvo un carácter predominante en la capital argentina por 20 años? Es posible señalar dos cuestiones. La primera: la irrupción de un outsider y la nacionalización de una elección local. En 2023 Javier Milei se convirtió en el primer outsider en acceder a la presidencia en Argentina, al frente del partido La Libertad Avanza (LLA). Aquella irrupción ya había significado la ruptura de Juntos por el Cambio, coalición que había derrotado al peronismo en tres elecciones (2015, 2017 y 2021). Los partidos que habían conformado esa coalición adoptaron distintas posturas respecto al gobierno de Milei. Algunos optaron por un acompañamiento total y acrítico mientras que otros buscaron negociar con el gobierno. El PRO se ubicó dentro de la primera postura, acompañando a Milei tanto en la sanción de leyes como en el sostenimiento de vetos y decretos de necesidad y urgencia.
El PRO acompañó al gobierno sin imponer ninguna condición. No buscó la conformación de una coalición de gobierno, imponiendo puntos de acuerdo e incluso negociando carteras ministeriales. Las condiciones del PRO para hacerlo eran favorables al tratarse de un candidato que triunfó en segunda vuelta y que contaba con un bajo caudal legislativo. Al no hacerlo, el PRO se condenó. La razón fue que su núcleo tradicional de votantes comenzó a ver en Milei al nuevo representante del antiperonismo, sumado al logro de cierta estabilidad económica y medidas recientes como la eliminación parcial del cepo cambiario y de algunos impuestos para productos de alta gama importados.
La consecuencia de no imponer ninguna condición al outsider fue que este desplazó al PRO. Dicho desplazamiento puede verse reflejado en los barrios porteños en donde LLA obtuvo triunfos. Desde Puerto Madero hasta Palermo, Recoleta, Saavedra, Núñez y Belgrano. Todos los lugares donde algunas vez el PRO logró asentarse como principal fuerza opositora a los gobiernos peronistas y luego consolidarse como gobierno nacional.
La irrupción de Milei puso en crisis el predominio local de un partido que sólo dos años antes había obtenido el 49,6% de los votos en las elecciones locales. Esta crisis también se dio en la medida que la elección de CABA se nacionalizó por la candidatura del vocero presidencial Manuel Adorni y el hecho de que Milei participó activamente de la campaña.
La segunda cuestión que explica el derrumbe del PRO es la crisis de liderazgo. Jorge Macri había obtenido en 2023 el 50,1% de los votos en la primera vuelta, lo que significa que se convirtió en el segundo jefe de gobierno en triunfar en dicha instancia (el primero había sido Horacio Rodríguez Larreta en 2019). De esta manera, Jorge Macri asumía la jefatura de gobierno con un respaldo electoral considerable y mayoría en la legislatura.
Sin embargo, esa fortaleza con la que asumió se fue deteriorando. En lo institucional, la fragmentación de Juntos por el Cambio a nivel nacional también se replicó a nivel local. Jorge Macri no tuvo la capacidad de mantener unida a la coalición que lo llevó a ser jefe de gobierno, formada por el PRO como partido principal, Evolución (Unión Cívica Radical-UCR, fuerza de quien fue su rival en las elecciones primarias, Martín Lousteau), Coalición Cívica (CC) y otros partidos menores. La mayoría legislativa con la que el PRO contó durante 16 años (tanto en las gestiones de Mauricio Macri como en las de Rodríguez Larreta) se fue resquebrajando.
Además del resquebrajamiento de la coalición, también hubo disputas al interior del PRO. Algunos dirigentes del PRO comenzaron a negociar su incorporación a las filas de LLA. En ese escenario de disputa, CABA apareció como el único bastión que aún conservaba el PRO. Sin embargo, Jorge Macri fue incapaz de erigirse como líder local capaz de garantizar la continuidad del predominio del PRO. Por un lado, el actual jefe de gobierno parece ser la sombra de su primo Mauricio Macri, sin capacidad para construir una imagen que lo diferencie. Por otro lado, una gestión como mandatario que ha generado un descontento en la ciudadanía que se plasmó en las urnas. El hecho de que un jefe local haya pasado de obtener el 50,1% de los votos al 15,9% es una evidente pérdida de recurso de apoyo popular. Jorge Macri no fue capaz de retener ni la mitad de los votos obtenidos hace un año y seis meses. A esto se añade que ahora sólo cuenta con 11 de 60 bancas de la legislatura, es decir, el 18% de las bancas.
El otro dato que se plasma como regularidad de las elecciones provinciales que vienen teniendo lugar a nivel provincial es la baja participación, la cual fue del 53%. El ausentismo fue casi de la mitad del electorado, lo cual no había sucedido ni en 2001 (año de la crisis política argentina) ni en 2021 (momento donde la pandemia por COVID-19 aún acechaba).
La baja participación expresa un descrédito total del sistema político. Existe una fracción importante de la sociedad que no se siente interpelada ni por el gobierno ni por los partidos de oposición (”¿que se vayan todos?”). Toda la dirigencia política, tanto el gobierno como la oposición, debe estar preguntándose qué sucede. Es evidente que la sociedad no se siente representada por sus dirigentes.
Aunque el gobierno nacional festeje el triunfo de Manuel Adorni, no puede pasar por alto el triunfo del ausentismo, el cual volvió a triunfar como lo hizo en 2001. La irrupción de Javier Milei fue una consecuencia de una crisis política, del hartazgo respecto a las dos coaliciones que gobernaron entre 2015 y 2023; sin embargo, Milei no parece haber resuelto esa crisis. Luego de 2001, los liderazgos de, por un lado, Néstor y Cristina Kirchner, y, por el otro, de Mauricio Macri, habían solventado la crisis de representación, ya que la participación electoral volvió a subir y se mantuvo en un promedio del 75%. Ahora, Milei parece no haber resuelto la crisis que le permitió llegar a la presidencia.